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Fotografía: Andrea Mazzocchetti.
http://andreamazzocchetti.zenfolio.com/

Al acostarte todo son proyectos. Mientras abrazas el sueño y estiras las piernas que pueden llevar 16 horas, sin exagerar, danzando por este mundo, ya sean dobladas, rectas o en movimiento, la parte de tu mente más ingenua diseña el plan del día siguiente, realizando un bosquejo a medio camino entre lo que sabes que va a ser y lo que te gustaría que fuera. Probablemente, los más ordenados y meticulosos, sean ajenos a este sufrido revival de frustrados proyectos.

Imaginas poner el despertador una hora antes, así empiezas el día robando tiempo al tiempo, y en la tranquilidad de esa madrugada, tender la lavadora de la noche, poner otra, preparar los desayunos, las meriendas, la comida del mediodía y si apuras quedas hasta la cena lista. El horario del trabajo lo saltamos, pues ahí ya tenemos claro que va a ser un caos de prisas y urgencias sin remedio, por lo que no necesita estructuración. Te organizas después de la comida para hacer lo más provechoso posible el margen de tiempo en el que los niños están perfectamente sentados haciendo los deberes sin levantar la cabeza de sus libretas. El pequeño duerme una siesta con cronometración suiza de exactamente una hora y veintitres minutos, que es lo que necesitas para leerte medio libro, recoger el salón, ponerle la equipación de ballet a una de tus hijas y ayudar con el inglés a la otra. (Donde comen dos, comen tres. Descansado se quedó.) Aún te queda media tarde, por lo que puedes llevar a los niños a sus correspondientes actividades extraescolares, hacer la compra, ir al gimnasio o a clase de portugués (idioma tan necesario para mantener los puestos de trabajo como profesor de cursos del INEM), o retomar tu trabajo dejando estas tareas anteriores a un tercero en discordia o parte vinculante de las mismas. Después de la cena, recena, orden y desorden, aseo personal de toda la cuadrilla, y correspondientes cuentos, te queda aún una hora y diez minutos para la medianoche en la que retomas la lectura, la escritura, el montaje de tu drone, o retomar el curso de la virtualización al uso de la arqueología. Cuando el drone sobrevuela la habitación, justo cuando va a pasar de canto entre las puertas del armario, en el mejor momento, te despiertas.

Todo un organigrama, con una jerarquía de ejecución aleatoria según la urgencia de lo inmediato y con un bucle sinsentido que no tiene la opción de finalizar, si no que cae desfallido, cuando ya no puede dar más vueltas el elemento principal de su existencia: Tú. O yo.

«Nadie te recordará por lo que querías haber hecho», lees, mientras  dudas si dejar que esta frase ocupe un espacio en tu memoria o es demasiado pretenciosa, asumiendo que formarás parte del recuerdo de alguien que no te haya llorado desde el corazón. Porque las personas lastimadas por tu ausencia, sí que te recordarán, a tí y a tus sueños. Esta frase encierra, el afán, la ambición, de realizar algo por lo que serás recordado fuera de tu entorno afectivo. Mas creo,que esconde el deseo sublime de realizar aquello que anhelas en lo más profundo de tu ser y por lo que te gustaría ser valorado. Ahora o mañana, o tal vez un día que tú ya no estés para dar las gracias de palabra, pero tu obra lo hará por tí, porque cuando alguien se interesa por aquello que tú haces, siente que él es el afortunado por disfrutar de tu legado.

Debemos conciliar nuestra idea y nuestra realidad, nuestros sueños y nuestras circunstancias, sin que en el camino se nos queden extraviados deseos tan profundos que acallamos con obligaciones y nos olvidamos de que ellos son la base de lo que somos, y que sin nosotros, nuestras obligaciones no son nada.

«Hay que ponerse manos a la obra, siempre. El tiempo conspira contra todos, la guerra ya sabemos que vamos a perderla pero quizás en alguna batalla consigamos doblegarlo durante unos minutos…» Hilario J.Rodriguez.

M.J. Trinidad Ruiz

http://www.trinidadruiz.com