Cuando dices adiós sin marcharte a alguien que ya se fue estando presente, es liberador, reconfortante, agradecido e incluso te devuelve una confianza en tí mismo perdida.

Las decepciones puedeIMG_6471n llegar a ser liberadoras, te sueltan de lazos absurdos a personas que no responden ni responderán nunca a tus necesidades. Los sentimientos son libres y no podemos obligarnos ni obligar a nadie a encauzarlos en caminos forzados pues se volverán vacuos y hueros.

Nuestros actos son dependientes de las personas que tenemos al lado. Quién albergue un mínimo de empatía, tiene en cuenta la opinión de los demás y con ello sus actos, ya sea en el trabajo, en tu centro de estudios, en cualquier organización o grupo que compartan una afición o fin y por supuesto en tu familia. Ser honesto y sincero no siempre está recompensado. Tener una relación con alguien que sólo mira su propio bienestar y no equilibra la balanza del bienestar común, es una relación estéril y a veces dolorosa.

Una persona, a la que tienes en cuenta y te devuelve indiferencia, puede marcar tus pasos acentuando tu amabilidad y disposición hacia ella o llenando de frustración y rencor tus gestos, o ambas cosas. No puedes caminar con tanto peso. Puede suceder que la visión que tengas de vuestra relación, no esté en el mismo escalón que la suya. Su energía, su tiempo y sus necesidades se concentran en otro punto que dista mucho del que te encuentras tú.

En cualquiera de estos casos estás condicionado a vivir sin motu proprio. Las emociones negativas nos impiden caminar libres y también cerrar circulos que son necesarios clausurar. Para ello debemos decir adiós sin odio ni reproches, sin esperar explicaciones, ni ahondar esperanzas de  reencuentros. Despedirte de quien ya lo había hecho hace mucho sin decirlo, o decir adiós sin irte a ninguna parte.

En ese momento te sentirás libre, entenderás incluso a la otra persona y desatarás sogas que hacían daño a tu alma. Podrás tener una relación mucho más sana, ocupando un nuevo lugar perfecto para la situación de ambos, como piezas de un puzzle que no hay que forzar para encajar en un lugar inadecuado. Tu sitio no sólo depende de tus sentimientos, si no que debe acatar la voluntad de tu afín de manera natural.

Tu felicidad no la puedes poner en manos de los demás, está en ti, en tus manos, en tu interior. Nadie como tú la cuidará y sabrá satisfacer sus necesidades. Tú eres el responsable de tu felicidad y no tengas miedo a ello. Probablemente empezarás a encontrar más en los demás, cuando tu búsqueda se centre tan sólo en tí mismo.

Disfruta de tu vida, con serenidad y autenticidad. La perfección no existe. Ni siquiera en tí.

María José Trinidad.

«Es erróneo suponer que toda la gente tiene la misma capacidad de sentir.» Erich Maria Remarque.