FullSizeRender (2)Yo también he sido madre sin tener madre. He parido a dos de mis tres hijos, huérfana de madre. Y el dolor es sibilino. Eres adulta, no una niña, y te vienen a la mente esas frases dichas por tu madre, que nunca imaginó que esa niña las recordaría tanto. Pero los niños cuando pasa el tiempo, recordamos y mucho, porque al crecer, madurar y comprender, buscamos en nuestra infancia la respuesta a todo lo que ahora se nos escapa de las manos y antes no veíamos. Y arropamos a nuestros hijos con nuestras lágrimas, y la debilidad la pintamos de color fortaleza, que ayer éramos los que se acurrucaban bajo la rama y hoy somos el árbol. Y quisiera tener a mi madre, para decirle que me las apaño perfectamente sola. Para no llamarla cuando vaya al médico, pues puedo ir perfectamente sola. Para decirle las cosas que no se le debe dar de comer a los niños, y no se les debe decir para no consentirlos. Para ser una ignorante hija, que cree saber más que su madre que la mira con ojos sabios y expertos, resignada con su cercana partida, sufridora del dolor de sus hijos más que del suyo propio.

Me gustaría no saber lo que es echarla de menos. Me gustaría no haber aprendido a hacer dulce de membrillo, porque solo ella lo hacía, y en su falta suplo carencias. Tenerla para decirle que el domingo tampoco puedo ir a comer a casa, pues he quedado con amigos, que también tienen niños y así juegan juntos. Porque hay muchos domingos y ella es eterna. Tenerla, para ir a todos los sitios sola, fuerte y segura, porque sé que tengo madre y está y estará siempre esperándome. Ahora ya no tengo opción. Voy sola, porque no hay otra opción. Soy yo la que de vez en cuando consiento a los niños que coman lo que les de la gana, porque tengo que hacer su imprescindible papel, el de abuela. Cuando voy al médico sola, no me siento como la piadosa hija que no preocupa a su madre evitándole ir al médico con ella, si no como una huérfana, débil y vacía. Mientras he hecho largas esperas en consultas de embarazadas, llenas de futuras mamás, con sus madres al lado, reconozco que siempre más jovenes de lo que yo nunca fui, me han enternecido hasta el infinito esa relación de tres generaciones.

Soy madre sin madre, y lloro por lo que mis hijos se han perdido y se perderán y ahora no echan en falta porque nunca tuvieron. Esos abrazos, esas historias, ese amor incondicional, infinito, arraigado profundamente a tí, a tu madre, a tus principios.

Mi segunda hija nació el mismo día y a la misma hora que enterré a mi madre justo un año antes. A esta casualidad como esperanza me aferro, como protección sobrenatural y alimento de fe para mi alma. Sin ser creyente voy a templos y esa paz me da sosiego. Como quién cree en su dios, o en el destino, o en sí mismo o en su fortuna, yo creo que me protege desde algún sitio quién me dió la vida. Y no me protege de la enfermedad, o de mis avatares diarios, o de los obstáculos del trabajo y proyectos personales, si no de la soledad y el desamparo de aquel que perdió a alguien sin creer que ello fuera posible.

Y ese vacío, sin darme cuenta lo intento llenar buscando una mano firme y un corazón magnánime en aquellos que me rodean, pesando mi impotencia sobre sus personas, de forma injusta, desolada en la inútil búsqueda de alguien que me guie con pulso de arquero y amor sin condiciones. Y comprendo aunque no quiero, que nadie tiene la culpa, pero enfadarme con el mundo ha sido lo más humilde que he podido hacer en comparación con lo que siento que he perdido.

Porque no había pasado una hora de su muerte y comprendí que jamás ninguna otra persona me querrá como ella lo hizo.

Me faltarían días en mi vida para agradecerle la dedicación y el amor incondicional que me profesó, gracias a lo cual, ahora que estoy empezando a aterrizar en el suelo después de un largo duelo, me hace sentir acompañada a pesar de su ausencia. Estuvo en todos los momentos de mi vida, y sigue estando. Ella jamás permitiría dejar de estarlo, ahora que más la necesito.

Te quiero.

Los domingos hago planes con mis hijos, para que disfruten de su madre.

M.J.Trinidad Ruiz

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