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El dolor es egoísta, acaparador, absoluto. Arrasa con el resto de tus sentimientos y movimientos. Cuando tu cuerpo está lleno de dolor, no tiene cabida para nada más, ni siquiera para el disfrute de una imagen, de una canción, de un libro o de una persona. Tu cuerpo no puede almacenar una gota de rencor, ni de odio, ni de amor. Tienes dolor y tus cinco sentidos están pendientes de él, sin más. Cierras los ojos y en la breve tregua que te concede de apenas tres segundos descansas y deseas que se alarguen durante al menos otros tres segundos más. Tienes dolor y no tienes vida mientras lo vives, porque no puedes saborear, sentir, ni mirar.

Ni mirarte puedo, mientras me observas, dolorida, agazapada entre mis propios brazos, queriendo huir del mundo en busca de un poco de paz.  Y quien te contempla se apiada, se empequeñece, se llena de impotencia porque ese dolor es tuyo y él no es ni causante ni tiene armas suficiente para hacerlo desaparecer. Te dan la mano como queriendo compartir el peso, deseando poder arrancarte algo, y en parte así sucede.

El dolor es primitivo, visceral y fuerte. Arma amenazante de verdugos sobre víctimas en todos los tiempos, desconsuelo de padres al verlo albergardo en sus hijos, desamparo de hijos al verlo en su madre.  Une a parejas en ese abismo, temerosas de sus consecuencias y con una lucidez recién estrenada de los verdaderos valores de la vida, de la simplicidad de la misma y de las preocupaciones estúpidas que nunca debieran haber existido. Entristece el alma de familiares y amigos, pues los ojos de tu allegado dolorido no los olvidas, ni sus palabras ni sus quejidos. Y el alma entristecida con una cicatriz camina toda la vida.

El dolor te revuelca, destroza y despoja de orgullo, te arranca preocupaciones vanas y te devuelve llano,azarado, exhausto y sin ganas de nada, de nada que no merezca la pena.

El quirófano se torna recuerdo amargo, pero el corazón llora por aquellos que ni siquiera pueden tener esa oportunidad. No es humano, con toda la extensión de esta palabra, consentir dolor en nuestros semejantes si pudiera ser evitado.

Un mundo en paz es la única solución, decía Nelson Mandela, anoche mientras yo dormitaba. Un mundo en paz. ¿Qué inconsciente buscaría el dolor ajeno, a riesgo también de encontrar el suyo propio? Por desgracia, muchas respuestas a esta pregunta.

El dolor te devuelve llano, azarado, exhausto y sin ganas de nada, si acaso te devuelve.

M.J.Trinidad Ruiz

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