Carece de sentido preguntarnos cuál es el camino correcto, simplemente hay que preguntarse si lo amamos, y mientras sea así, será valido.

Dabiz Muñoz. Cocinero.
Él sabía perfectamente que cuando tienes pequeñas ideas que cosquillean en tu cerebro y se niegan a abandonarte no hay que ignorarlas, pues en ellas yace las semillas del destino. La primera vez que se le ocurrió la idea la descartó por extravagante y aún así persistió en su memoria.
Podría ser el comienzo de la gran lección de vida y obra del astrofísico Stephen Hawking, o la obstinencia triunfal del carismático chef tres estrellas Michelín, Dabiz Muñoz, sin embargo, es el relato del granjero de la película Babe El Cerdito Valiente. En la mayoría de las ocasiones, lo que nos lleva a reaccionar no se encuentra en las alturas o en el concepto idealizado que tenemos del camino correcto, por el contrario son esas grandes verdades que subyacen bajo la piel de lo cotidiano las que despiertan con la más virulenta de las fuerzas los motivos por los que seguir, a veces soterrados.
Poseer talento es innato en el ser humano y el desarrollo del mismo es la llave, que unos despliegan, otros inventan, algunos olvidan y los más, no saben siquiera que la tienen. El hilo conductor de los que conquistan el camino es la disciplina de galeote.
Dabiz Muñoz, asquerosamente exigente, perfeccionista y generoso.(Textual). Inquieto, sesudo y con gran determinación. Obsesivo. Nunca tuvo miedo a despeñarse por el precipicio de un sacrificio íntegro, en compensación por un éxito impredecible. Sus restaurantes de Madrid y Londres resumen además de la idea de fusión gastronómica, su principio de libertad como persona y la confianza ciega en sí mismo y su meta.
Hawking defendió el realismo dependiente del modelo, que traducido desde un sentido científico a un carácter práctico sería: El modelo de vida perfecto para llevar es el que necesites en ese momento, y este no es de por vida, se puede cambiar según tus circunstancias; la única pregunta necesaria es si se adapta a lo que sentimos. A este visionario, le dieron su vida por terminada en plena juventud y vivió 50 años más a esa sentencia, con gran limitación física, para hacernos ver nuestras invisibles barreras.
La esencia es maximizar el presente. La esencia no tiene forma, ni de cresta como la del cocinero, ni de silla de ruedas como la que tuvo que llevar el genio matemático. Me quedo con ellos dos, de much@s, por diferentes, por imperfectos, por ser una muestra de la juventud y la insolencia que con fortuna vivimos junto con la experiencia y la muerte que siempre llega. Carece de sentido preguntarnos cuál es el camino correcto, simplemente hay que preguntarse si lo amamos, y mientras sea así, será valido.
El depredador de todo es el reloj, que dice la escritora Lea Vélez que ha dicho su hijo. El reloj, el paso del tiempo, de la vida y de las ganas. Menos mal que siempre hay niños que aún no han crecido y podremos seguir aprendiendo de ellos, oteando el presente sin recordar, ni desear, ni esperar, tan sólo viviendo. Y en ellos descubrir talento, y avisarles de lo de la llave, darles herramientas y guiarles de la forma menos bochornosa posible, antes de que sea tarde y se queden ciegos, varados y desnudos, en el desconcierto de intentar averiguar el camino correcto, donde ya no hay más opción que la de ser generosos con los niños, y en ellos descubrir talento, y avisarles de lo de la llave, …
«Cada vez me gusta más el silencio, escuchar mis pensamientos, recuperar todo ese tiempo que he perdido rodeado de demasiado ruido que me ha impedido tomar conciencia de tantas cosas.» Ni pena ni miedo. Grande-Marlaska.
María José Trinidad