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Somos animales sociales, donde la amistad supone la forma más satisfactoria de la convivencia.  Cuando tengamos duda de nuestra naturaleza, podemos consultar a los clásicos. Aristóteles. Hace más de 2300 años.

Entre mis pertenencias también están tus recuerdos. Los nuestros. Hay secretos en zanjas, como ese tuyo que tienes tan presente y del que nunca más hablaremos. Los míos son tantos, que puedes contar alguno, liviano e insulso, cuando nadie te oiga. Los más importantes ya perdieron su valor. Bueno, el de la zanja no, ese déjalo ahí.  El orden de prioridades ha cambiado pero sigue trastocando nuestro interior pensar en aquella locura de la juventud que tenía tanto sentido. El futuro nada importaba, lo único con carácter urgente era el amor.

Mientra avanzamos afanosos en busca del camino de la gloria y del sí, también hay opciones con noes y fracasos que reconfortan. Ahí también te he encontrado. Tu mano, dear, que de forma discreta y siempre positiva tiendes, sin hacer pregunta alguna. Tu generosidad me respalda tanto como puede servirte nadar si caes a una piscina.  Hay amigos que te acompañan hasta en los momentos buenos. Que te empujan hacia arriba y aplauden los logros. Hostia, esos sí que son grandes.

Sin titubeos, nos movemos entre carencias y excesos, que están los dos en el mismo extremo, y es que los días parecen haber menguado horas y nosotras seguimos dando de comer a los sueños, ajenas a lo que no se puede. El cariño es concesión, la complicidad es más fruto de la admiración.

Y que importan las raíces, cuando lo que te hace feliz es oler las flores. No por años ni por meses. Con un lapso basta. Así amiga, estás en esos momentos que hacen de mí algo importante, por poder compartirlos contigo. Seguro que hay mil puntos que nos diferencian, aunque  puede que de eso no nos lleguemos a enterar, porque resulta que nos buscamos en el que tal vez sea el único que nos une.

Unas cuantas casualidades son suficiente para forjar una amistad. Durante un tiempo limitado unas vivencias y para toda la vida, la satisfacción de la experiencia, del recuerdo, de contar contigo, de mullidas risas y ahogados llantos.

Tengo amigos que nunca están cuando se les necesita, pero ellos saben perdonarme.

Y tengo amigos que son mi familia y por supuesto casi nunca veo. Ni nos corre la misma sangre ni falta que nos hace. No hay mes último del año que no endulcen mis recuerdos.

Celebro las amistades que aún no he conocido. Con el paso de las noches, aprendes que siempre es un tiempo demasiado largo, y que tarde a veces es mejor que pronto.

Para tener grandes amistades nada mejor que no esperar mucho del otro, al fin y al cabo, los amigos son tan imperfectos como nosotros mismos; pero ante todo, disfrutar y construir buenos momentos, camaradería, como un bien valioso e imprescindible para ser feliz.

Y es que la amistad es como la ciudad de Cádiz, puedes estar cien años sin ir pero nunca dudas de que a la vuelta, todo estará en su sitio.

Y que dure.

The show must go on!

«Las historias son lo que se queda dentro, los números se van». Javier Sierra. Hay Festival 2018

María José Trinidad Ruiz

http://www.trinidadruiz.com