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Almudena Grandes, Desvalimiento, Distopía, Gala, Luis Garcia Montero, Sabina, Ternura, Todo va a mejorar

Creo que si la gente me conociera más a fondo, me querría más. Comprobarían que soy aún más desvalido de lo que parezco y esa debilidad abre paso a la ternura. Porque no lloramos al envidiado. Al entierro de esos solo vamos para ver si está muerto de verdad. Esto es lo que contestó Antonio Gala, a su modo, delicado, maniático y sabio a una pregunta maliciosa de su amigo Quintero.
Recuerdo esta reflexión a ráfagas, como la mayoría de las que me importan, ancladas más por el sentimiento que provocaron que por la exactitud de las palabras. Gala, que detestaba la infidelidad, que hizo orgías (aunque poco concurridas) y que creía en el amor para toda una vida que no fuera la suya, era capaz desentrijar (castúo de Berzocana) la profundidad del ser humano.
En el libro de Almudena Grandes “Todo va a mejorar”, buscaba yo esa debilidad, posiblemente de manera predispuesta ya que era su libro póstumo pero en ninguno de los capítulos la encontré. Al menos no en los seis que ella escribió.
Contundente y sensible hasta la precisión, presenta una distopía con personajes de una pieza, íntegros o corruptos, pero fieles a sus ideas. Una historia sobre la victoria de desvalidos, que nunca son ella. No son miserables exhibiendo sus penas, sino valientes extrañamente ubicados en un lugar de donde quieren salir. Pero el contenido de su novela, no es el objeto de este texto.
¿Dónde se resquebraja? ¿Dónde esa debilidad que lleva a la ternura?
Seis capítulos escrito por ella y el séptimo, póstumo, lo escribe su marido con las oportunas indicaciones que Almudena le ha dejado durante las tres últimas semanas de vida que dedicó a explicarle como quería acabar la novela. Su palabra clara, precisa, su carácter, su ego, su rigor,… pero ella también puede tirar una valla y dejar de estar.
La nota final de Luis García Montero, es el desvalimiento. Aquí nos acerca a la voluntad férrea y optimista de resistir, al compromiso con su oficio y sus lectores y esta es su ternura. Solo cuando él cuenta que no estaba es cuando reparamos que ese último capítulo no ha podido releerlo decenas de veces como ha hecho con los anteriores. Que esas frases las ideó, pero no las escribió. Y, con fortuna, aquí se abren paso las lágrimas y el sobrecogimiento de ver el corazón de una en las manos del otro.
Y el hecho conmueve por su cercanía, porque al menos una tarde en la vida vestimos de purísima y oro, con un guion que recordamos a ráfagas, como todo lo importante, y hacemos o decimos aquello que sabemos que a alguien le hubiera gustado que hiciéramos o dijéramos.
Es preciosa la historia aparte de la novela. Todos sus personajes trabajando para ello con compromiso, respeto, ternura…
…y el amor, que es siempre, es infinito y es eterno, aunque dure tan solo diez minutos.
Almudena, te has despedido a lo grande.
M.J. Trinidad Ruiz