
«Perspectiva». Paula de Miguel
La soberbia de Urdangarín pretende denostar la poca dignidad que yergue sobre su séquito. Corruptos, pelotas y ahora con tan poco entendimiento que confunden sugerencia con coacción. Muchas de las empresas que sobreviven tiñosas tras el rastro de éstas u otras corruptas zarpas, no siempre eligen si no que fortuitamente cruzan su camino con el de la avaricia, y en la encrucijada cualquier titubeo es herida sangrante. Empresas en la que golpean los nudillos y sugieren la contratación de sus servicios. ¡¿Sugerido?! Con lo fácil que es decir no, y cerrar la persiana de tu empresa por hoy. O para siempre.
El que cede tiene la misma responsabilidad que el que coacciona porque el peso de la palabra es el mismo para todos.
Pues no. La palabra tiene perspectiva.
Si fuera en otro modo, el sí contra el no diario de padres e hijos, irían al Supremo en busca de resolución.
El dinero, el poder o la posición, aportan fuerza a la palabra, a las opiniones y obviamente a las acciones. En la jerarquía de vínculos familiares, se abonan despotismos enmascarados; en relaciones marcadas por la admiración unidireccional o distinta posición en el mismo ámbito laboral o social, la compostura no cuesta mantenerla igual a todos. Los aranceles a pagar tienen códigos internos, más arraigados de lo que quisiéramos, al parecer como el agua de lluvia, que cae para todos, pero se queda en la parte más baja.
El corrupto camino a la fama hollywoodiense, que observábamos cual una película en blanco y negro, se ha convertido en un actual éxito taquillero. Una ristre de cochambrosos relatos, sin número determinado porque siempre hay bocas que callan, mantienen el foco sobre misóginos directores, como Harvey Weinstein y otros hombres con poder que perpetran delitos sexuales bajo el manto impune de su puesto, es decir, que sugieren a las actrices y actores, ¡sugieren!, la contratación del Instituto sin ánimo de lucro que él mismo preside. The show must go on! Lleno de putas que está Hollywood. De puta miseria y puta ambición.
El abuso está marcado por el encuadre. Sobre un mismo plano hay dos dimensiones e infinitos puntos y rectas, cuando un perfil está en un punto que culturalmente creemos aventajado marca una distancia imponente sobre los demás. La cultura y las creencias deben ser cuestionadas incansablemente.
La muerte relativiza nuestra existencia, nuestra palabra y nuestras perspectiva. En la posguerra civil, republicanos acudían forzados en un peregrinaje diario a que le dieran una paliza y así se lo dicen a su vecino. «Mariano, voy a que me peguen». Palabras textuales que una nieta relataba en un programa de radio la semana pasada. Voy a que me peguen. Ante la imposibilidad de elección, convierte en voluntaria la obligación. Cómo el ser humano asume, disiente y asimila el infortunio de su destino en manos de su propia especie que desarrolla sendas posibilidades en la virtud y en la maldad.
Y no es esto un canto a favor de pusilánimes y cobardes que no se atreven a decir que no, más bien pretende ser una humilde arenga en favor del que tiene menos recursos, pues el otro no necesita que le jaleen.
«Si el líder dice de tal evento esto no ocurrió, pues no ocurrió. Si dice que dos y dos son cinco, pues dos y dos son cinco. Esta perspectiva me preocupa mucho más que las bombas.» George Orwell.