Ayer cumplí años. En mi busca propia de la felicidad, me dejo sentir el pulso de aquello que me llena y aquello que me incomoda. Y el pulso tiembla de forma irregular, agobiado y fatigado cuando el tiempo se llena de cosas superficiales, de frases profundas de bocas desconocidas que nada transmiten, o rostros conocidos que albergan corazones ingratos. El pulso baila, goza y disfruta cuando se abren los ojos a las cosas sencillas que nos rodean y que forman los mejores recuerdos. Esos amigos imperfectos que no dejan de estar ni aún cuando están ausentes, que no son pocas veces, pero todas ellas están disculpadas, pues el podium de despistado y ocupado está reñido cuanto más pasa el tiempo. La familia, generosa e incondicional, con sus costumbres y tradiciones propias tan amadas como odiadas, tus raices y la base de tu felicidad. Y tus brotes, tus descendientes, tu razón y sinrazón.
Hacer un café a tu pareja y tomarlo juntos, sin más, sin pretensiones. Hacer el café tú porque hoy es tu cumpleaños y no hay mayor regalo para uno mismo que la generosidad con los demás. Ayúdame y te habré ayudado, nos cantaban los secretos hace décadas y hoy resuena en mi cabeza con más fuerza que nunca. Y tal vez ese sea el secreto: ahondar en tu memoria para encontrar aquello que nos hacía sonreir, el origen del sosiego que nos permitía disfrutar del momento. Disfrutar de lo que se tiene y disfrutarlo ahora. Sin perder el horizonte de vista, sin perder las inquietudes y motivaciones. Cuando nos quedaba más tiempo que ahora y nos preocupábamos menos por el futuro y más por el presente, ejerciendo el mindfulness sin necesidad de libros de autoayuda.
Y al escucharlo has de sentir el vértigo de saber que ese pulso es finito y con suerte será más tarde de mañana cuando dejes de sentirlo, cuando dejes de ser persona para pasar a ser recuerdo, añoranza o sonrisa, en el mejor de los casos, e invisible para tantos que ahora sientes como jueces y para los que no te debes ni acicalar ni justificar pues nada le importan tus actos.
Y si el pulso late con la curiosidad aún estamos a tiempo de salvarlo y en ese embrollado camino me dispongo a andar con la esperanza de contribuir a hacer feliz a aquel que desee mi felicidad.
«El descubrimiento más grande de todos los tiempos es que una persona puede cambiar su futuro por un simple cambio de su actitud«. Oprah Winfrey.